Una guerra atroz
Luis Ernesto Ruiz
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13/04/2005

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(tomado de Vanguardia Liberal)

Pero podría decirse, ¿cuál no la es? Todo tipo de acción que signifique violentar los derechos de los seres humanos no puede dejar de ser atroz; hay unos que hablan de humanizar la guerra. ¿Cuál de todas las que se han librado en el mundo y en cualquier época es humana?

Todo eso viene a la memoria ante la noticia de los 17 soldados que fueron masacrados por las Farc en Arauca y digo masacrados porque dentro de todas las formas de ejercer el terrorismo, según lo relata la revista Semana, primero los dejaron inermes con una bomba que explotaron al paso del camión, para en el momento de su aturdimiento, fumigarlos con armas letales como M60, rocket etc. Hasta llegar al tiro de gracia, por si alguno simulaba estar muerto.

Sí, una guerra atroz e inhumana es la que sigue llenando de sangre y dolor a innumerables familias en este atormentado país. El pasado viernes quedó registrado en la historia dolorosa de la patria los desgarradores momentos en que las familias de los 6 soldados velados en la iglesia de la V Brigada, que arribaron al altar de Dios casi a la media noche, en una lastimera caravana de sendos carros mortuorios. Triste de verdad. Hasta las estrellas se ocultaron temerosas de presenciar el dolor del ser humano y el cielo lloró cuando ingresaron los cuerpos de estos jóvenes sacrificados en esta guerra inútil, para ser entregados en este lugar santo a sus seres queridos, quienes con amor de padres o de hermanos con el alma rota abrazaron a través de la bandera de la patria sus amados cuerpos.

Conmueve de verdad el alma este dolor que es tan ajeno para tantos, solo estas humildes familias a quienes les araña el corazón la sin razón de esta estéril guerra desatada por algunos, en donde no se encuentra un fin de reivindicación de valores patrios, si no más bien, es aupada por oscuros intereses, en el cual cabalga a no dudarlo el mejor negocio de la historia como es el narcotráfico.

Sí, esta es la guerra donde los humildes están poniendo la mayor cuota de sacrificio; yo no dudo en reconocer que quienes caen del otro lado también son humildes, pertenecen a esas familias campesinas a quienes la vorágine de la guerra les confiscó sus hijos, los verdaderos dueños del mal no perecen.

Mientras en el otro lado del mundo, se le daba cristiana sepultura a uno de los más justos entre los hombres, en una multitudinaria ceremonia, premiada con la luz del firmamento, en cambio en esta parte del mundo la oscuridad del cielo y una llovizna perniciosa eran los testigos de una sobria y humilde pero sentida ceremonia, para entregar a la tierra que los vio nacer los cadáveres de 6 seres, cuyo pecado solo fue el amor de patria.

Quiera Dios que ese ser que al mismo tiempo allende los mares transitó a la diestra del Creador, nos ayude para que ese mensaje que dejó para los violentos en nuestras tierras, al invitarlos a concertar para encontrar esos caminos de reconciliación que todos anhelamos. Esperemos que Juan Pablo II no se olvide de estas atribuladas tierras.

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